La infelicidad también tiene un propósito
Vivimos huyendo de la tristeza, del vacío, del dolor. Nos han enseñado que ser felices es el único estado válido, y que cualquier desviación de esa felicidad es un problema a corregir rápidamente. Pero, ¿y si la infelicidad no fuera un enemigo, sino una brújula?
La infelicidad incomoda, sí. Pero también nos despierta. Nos muestra lo que no va más, lo que ya no encaja, lo que duele por dentro aunque afuera todo parezca estar bien. Gracias a ella, podemos dejar de conformarnos. Nos empuja a cambiar de dirección, a soltar, a preguntarnos qué sentido tiene lo que estamos haciendo.
Sin la tristeza no sabríamos lo que es la alegría. Sin el vacío, no buscaríamos profundidad. Sin las lágrimas, tal vez nunca veríamos con claridad.
Aceptar la infelicidad como parte de la vida no significa resignarse, sino entender que también tiene un mensaje, una función. Nos hace más humanos, más empáticos, más despiertos.
Y muchas veces, es justamente desde ese fondo en el que creemos estar rotos, donde empieza la verdadera transformación.
Escrito propio L.C 2025
Para Dualidad: un proyecto que emerge desde mi propia carencia, transformando la ausencia en aprendizaje y guiándote en la construcción de tu verdadera riqueza
Comentarios
Publicar un comentario