Cuando la inspiración no viene

 Hay días en los que me siento frente a la hoja en blanco esperando que algo se encienda dentro de mí. Algo que me mueva los dedos, que me atraviese el pecho, que me obligue a escribir como si no pudiera contenerlo. Pero no pasa.

Solo el silencio. Solo yo, y una mente que se siente agotada aunque no haya hecho mucho.

Intento forzarla, provocar la chispa, buscarla entre recuerdos, entre heridas, entre cosas bonitas que una vez me hicieron sentir viva. Pero nada. Todo suena plano. Nada me toca.
Y en ese momento empiezo a dudar:
¿Se me acabó la magia? ¿Ya no tengo nada más que decir? ¿Y si lo que antes dolía, ya no duele lo suficiente como para escribirlo?

A veces me exijo tanto que olvido que incluso la inspiración necesita descanso. Que no todo puede salir de mí como si fuera un manantial inagotable.
Tal vez hoy no tengo que escribir algo brillante.
Tal vez hoy solo tengo que reconocer que estoy vacía… y que también eso tiene su belleza.

Porque en el silencio también hay verdad.
En la pausa, también hay un proceso.
Y en la espera, a veces, se está gestando algo que aún no sé nombrar.

Así que hoy no escribo para deslumbrar. Escribo para no perderme. Para recordarme que incluso cuando no fluye, sigo aquí. Y que tal vez la inspiración no se fue… solo está tomando aire.


Escrito propio L.C 2025

Para Dualidad: un proyecto que emerge desde mi propia carencia, transformando la ausencia en aprendizaje y guiándote en la construcción de tu verdadera riqueza.


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