La tristeza que la sociedad no quiere ver

 


Vivimos en una sociedad que nos exige sonreír incluso cuando no podemos con nuestra alma. Nos enseñaron que la tristeza incomoda… que estorba… que es mejor esconderla. Como si sentir fuera un defecto. Como si mostrarnos vulnerables nos volviera menos valiosos.

Y así crecemos: intentando que nada se note, apretando los dientes, evitando llorar, porque alguien, en algún momento, nos dijo que “hay que ser fuertes”. Como si ser fuerte fuera lo mismo que no sentir.

La verdad es que esta idea de “estar siempre bien” nos está enfermando. Nos desconecta de lo que nos duele. Nos hace cargar emociones que nunca se sueltan. Nos vuelve expertos en fingir… pero principiantes en escucharnos.

La sociedad idolatra la felicidad. La vende, la maquilla, la impone. Y todo lo que no encaja en ese molde - la tristeza, el miedo, la frustración -  lo esconde debajo de la alfombra como si negarlo fuera una solución.

Pero no desaparece. Se acumula. Se clava. Pesa. Y cuando la emocionalidad es callada, el cuerpo termina gritando por nosotros.

Cuando lloramos por tristeza, nuestro cuerpo libera cortisol, la hormona del estrés. Eso significa que llorar no es un fracaso emocional. Es una respuesta sabia. Es un mecanismo de regulación. Es tu mente diciendo: “Déjame soltar esto antes de que me rompa por dentro”.

Y ojo… no estoy invitándote a vivir en la tristeza. No se trata de quedarte ahí. Se trata de permitirte atravesarla. Porque guardarla, negarla, maquillarla… eso sí está rompiendo almas. No es la tristeza la que destruye, es el silencio al que la obligamos.

Nos repetimos: “no puedo caer”, “tengo que seguir”, “tengo que verme bien”. Y en esa presión por sostener una felicidad que no siempre sentimos, nos negamos la posibilidad de sanar.

La tristeza no es peligrosa. Lo peligroso es la pretensión. Lo peligroso es vivir escondidos. Lo peligroso es dejar que la sociedad decida qué emociones nos están “permitidas”.

Permítete sentir. Permítete llorar. Permítete dejar de actuar. Tú no viniste a este mundo a ser un personaje impecable… viniste a ser humana.

 

Y ser humana es esto: sentir, liberar, recomponerte, volver a empezar sin pedir permiso.

Tu tristeza no te debilita. Te humaniza. Y cuando la abrazas —sin quedarte a vivir en ella— recuperas algo que la sociedad intenta quitarte… tu autenticidad.

 

Escrito para Dualidadjuntos.blog

Por Lina Cely

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